El juego de los deseos by Meg Schaffer

El juego de los deseos by Meg Schaffer

autor:Meg Schaffer
La lengua: spa
Format: mobi, epub
publicado: 2023-08-28T22:00:00+00:00


Capítulo dieciséis

Hugo salió de la casa de Jack por la puerta trasera, se dirigió por el jardín hacia el camino que llevaba hasta su cabaña. Estaba agotado cuando vio a Lucy caminando sola hacia el parque abandonado de la Isla del Reloj.

No era buena idea ir allí de noche. Había vías de tren sin terminar con las que uno podía tropezarse, y los estúpidos edificios que formaban el parque probablemente estaban a punto de derrumbarse. Se intentó convencer de que no le pasaría nada, que podía pasear por la isla a su antojo y llevaba una linterna. Pero cuando estaba a punto de llegar a su cabaña, se dio la vuelta y se dirigió hacia el bosque para buscarla y asegurarse de que estuviera bien.

Pasó corriendo junto a la biblioteca, la oficina de correos y el hotel hasta que vio que había luz dentro del Vendedor de Tormentas. Cuando llegó a la puerta, esta se abrió y allí estaba Lucy. Buscó algo a su alrededor con la mirada enloquecida, valiéndose de la linterna para iluminar la oscuridad que la rodeaba.

—¿Lucy?

—Hugo —dijo sin aliento—. ¿Le has visto?

—¿A quién?

Se volvió y corrió hacia la linde del bosque.

—¿Qué ocurre? —exigió saber Hugo.

—Había un hombre —explicó—. Se ha ido. Pero estaba aquí.

—¿Qué hombre? ¿Lucy? —Él la tomó suavemente por el brazo.

Ella suspiró. En el frío aire de la noche parecía como si estuviese respirando nubes. Le dio una tarjeta de visita y le contó una historia descabellada sobre alguien llamando a su puerta, una tarjeta invitándola al parque, y un hombre que decía ser abogado pero que hablaba como si fuese un sicario de una serie de televisión.

—Pensé que podría formar parte del juego —explicó—. Ser un reto o algo así.

Hugo leyó la tarjeta de visita con la luz de la linterna de Lucy.

—Reconozco este nombre —dijo Hugo—. Te ha ofrecido un montón de dinero por el libro de Jack, ¿verdad?

—Sí, así es. Ocho cifras.

—Bastardo. A mí solo me ofreció siete.

Estaba bromeando, con la esperanza de hacerla sentir mejor. Debía de estar aterrada, la habían sacado de su cama en mitad de la noche sin saber el porqué.

—Tendré que contárselo a Jack, puede que incluso tenga que conseguir algo más de seguridad para la isla. Apuesto a que tiene un barco esperándole en el Nueve.

—¿El Nueve? Espera. ¿El muelle Nueve en punto?

Él asintió, impresionado con su memoria. No era de extrañar que fuese ganando. Era tan lista como preciosa.

—¿De verdad es abogado? —preguntó Lucy. No paraba de mirar a su alrededor como si temiese que fuese a volver—. Daba bastante miedo.

—De verdad. Trabaja para un multimillonario de Silicon Valley que quiere programar una inteligencia artificial para que escriba novelas. Deberían darle una paliza y obligarle a cursar un máster en Bellas Artes que durase tres años.

—Qué bruto —dijo Lucy entre risas. Respiró profundamente de nuevo y volvió a soltar una nube—. Vale. Recordatorio para mí misma: no te fíes de todas las notas que te pasen por debajo de la puerta.

—Buen plan. Ven, vamos a llevarte de vuelta a casa.



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